Luego de buscar, buscar y buscar encontré la imagen de uno de los últimos grandes goleadores que vistieron la camiseta de San Lorenzo y los gratos momentos que me hizo pasar, los goles que grité y las jugadas que aplaudí con gran emoción.
Recuerdo cuando volvió a “pilcharse” la “azulgrana”, fue en un partido contra Olimpia de Paraguay, de visitante, por la Copa Mercosur 2001 y en aquella noche convirtió el segundo del “ciclón”. Con la ida de Romeo, el “Beto” jugó de titular la final contra Flamengo y se coronó por primera vez con el club de sus amores.
En el 2002, me hizo festejar con la Copa Sudamericana. Cada vez esperaba con más ansias los partidos de San Lorenzo, porque sabía que toda pelota que tocaba iba a inventar alguna genialidad. Sus goles eran más vistosos, más exquisitos.
Consagrado como campeón e ídolo, sólo restaba llegar a los 100 goles “cuervos” y lo consiguió. Pero este logro no le bastó y se impuso llegar a los 300 en su carrera como profesional.
Y llegó el día de su retiro, una tarde de invierno, el rival de turno era Vélez pero poco importaba y le sólo le faltaba un gol para llegar a los 300. Y apareció el momento que todos esperábamos, penal para el “ciclón”. El “Beto” lo tenía que patear sí o sí. Al convertir sentí una alegría inmensa, mi ídolo logró emocionarme.
Por eso elegí esta foto, por todo lo que significó en mi vida el Alberto Federico “Beto” Acosta.